miércoles, 22 de mayo de 2013

Una voz que quiere y puede A los 89 años, el artista ofreció un notable show de 23 canciones, un tercio de ellas en español. Carlos Bianchi, en primera fila.


Ser un mito viviente y continuar arriba de los escenarios tiene sus riesgos. Noche a noche hay que defender los títulos ganados, asegurarse que el presente le haga justicia al pasado. Afortunadamente para todos, lo de Charles Aznavour está más cerca de Tony Bennett que de Chuck Berry.
Cierto, Aznavour, quien hoy cumple 89 años, acusa el paso del tiempo en ocasionales fallas en una voz bastante bien conservada (“Hoy mi garganta esta muerta. Pero como soy el compositor, puedo cambiar algunas notas”, se rió en un momento), el temblor de sus manos y la necesidad de apoyarse en tres teleprompters que le recuerdan las letras. Pero nada de esto compromete su capacidad como artiste de variétés supremo.
Su edad, aún cuando causa un efecto peculiar en el erotismo de Dime que me amas, aporta una capa extra de significación a canciones como Quién o Sa jeunesse, primero recitada en su idioma original con el único acompañamiento del piano de Eric Berchot, y luego cantada en español -de 23 temas en una hora y media de show, un tercio fue en castellano- como Nuestra juventud.
Este tema sirvió para que Aznavour -en uno de sus varios mensajes a la audiencia, siempre en francés- repasara su idea de qué es una canción: un texto al que luego se le pone música. Su album de 2011, Aznavour Tojours, del que provino la apertura,Viens m’emporter, confirma que aún conserva su jerarquía como creador.
El problema no es biológico, sino económico. Como también ocurre hoy con Serrat, uno de tantos alumnos de Aznavour, los teclados digitales de Eric Wilms y de Magali Ripoll, también acordeonista, no pueden competir con las secciones de cuerdas y vientos que arregladores como Mauriat o Gaubert comandaban en los discos. Los tiempos en que se contrataban sesionistas en cada ciudad quedaron lejos: hoy, en todo sentido, el espectáculo se abarata.
La enérgica Désormais -una de las docenas de canciones de Aznavour que fueron más que una inspiración para Sandro, a quien el chanteur , consultado antes del show, dijo no (o no recordó) conocer- conserva el motivo de las cuerdas, pero se extrañan losbrasses y el órgano. En otros cambios no presupuestarios, la pícara Apaga la luz ahora es, desafortunadamente, un calipso, mientras que en She -la única cantada en inglés, acorde con su popularidad- Aznavour reemplazó sus notas largas por un rubato típicamente francés.
Por la mayor parte, Aznavour -aún prescindiendo de Hier encore, bis del sábado pasado en Chile- logró hacer justicia a sus clásicos, varios de los mejores momentos de la canción popular del siglo pasado. Y además, cuando hace Je voyage a dúo con su hija Katia, canta en scat, simula bailar abrazado a alguien en Placeres antiguos -con bola de espejos incluida- o se anima a unos pasitos veloces en Les deux guitares, conserva el mismo carisma de antihéroe que mostraba en Disparen sobre el pianista, de Truffaut. Aznavour ya no presenta su show como gira despedida: si aún sigue, es porque quiere y puede.

+El DATO
En la primera fila. Cerca del final Aznavour arrojó su pañuelo blanco. Cayó en primera fila al centro, en manos de Carlos Bianchi. Aunque cree que fue puro azar, Bianchi tuvo un amigo común con él durante sus años en Francia: el dentista de ambos. fuente:clarin.com

Por Pablo S. Alonso


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