lunes, 8 de abril de 2013

Hechizo de piano Ante ocho mil personas, la cantante ruso-estadounidense derrotó al frío con un impecable recital en el que presentó su último disco.


“¡Dale, Madonna!”, gritó alguien cuando ya habían pasado casi sesenta minutos de la hora señalada, el termómetro seguía bajando y Regina Spektor no aparecía. El chiste aumentó su gracia cuando la cantante por fin salió al escenario y mostró que la impuntualidad es uno de sus escasos puntos en común con la Ciccone. Rellenita, vestida anticuadamente, con la formalidad de la concertista clásica que no fue, cantó Ain’t No Cover a capella y dijo: “Comí tanto dulce de leche que no creo que pueda respirar. Tendría que haber usado un vestido más grande”.
Siguieron noventa minutos de un hechizo de piano y voz. Pese a estar acompañada por una banda reducida -batería, cello, teclados-, Spektor logró que ocho mil personas se abstrajeran del frío y del tren que pasa ahí nomás y por momentos se sintieran en un teatro y no en un estadio descubierto (GEBA). No necesitó cotillón visual: le alcanzó con la magia de los instrumentos acústicos y sus canciones, que parecen ir mejorando disco a disco y quizá hayan llegado a su punto más alto en el último, What We Saw from the Cheap Seats. Lo tocó casi íntegro: sólo Jessica quedó fuera del programa. El resto fue el obligado repaso por viejos (y bellos) caballitos de batalla, como On The RadioOde To DivorceDance Anthem Of The 80’s o Eet, incluidos los cuatro bises: Us,FidelityHotel Song y Samson.
Todo fue muy sobrio. Y, aunque con más músicos probablemente el concierto habría ganado fuerza, esto es un elogio. Spektor no cayó en la tentación de abusar de esos efectos vocales a lo Björk que forman parte de sus huellas dactilares artísticas: cuando aparecieron, fue porque esas canciones los pedían. Lo mismo va para sus justas y necesarias palabras hacia el público, suficientes para mostrar su calidez (incluyendo un par en español, como su aniñado “gracias” posterior a cada tanda de aplausos o el “te amo” con el que respondió a los chillidos desesperados de los fans del fondo).
Uno de los puntos más altos de la noche fue The Prayer of François Villon (Molitva), de Bulat Okudzhava, un cantautor ruso del siglo XX que está entre los músicos favoritos de Spektor. Lo interpretó al piano, sin la banda, y en ruso, idioma de un dramatismo y una intensidad tales que dan ganas de que ella desafíe a la industria y recurra a su lengua natal en más canciones.
“¿Tienen mucho frío? Yo también, pero es divertido. Más que tener calor, creo”. La reflexión, propia de una moscovita-neoyorquina acostumbrada a temperaturas bajo cero, sirvió para salir de la gravedad soviética de Okudzhava y pasar al dúo de la noche: Spektor (voz)-Jack Dishel (voz y guitarra), mujer y marido, cantaron Call Them Brothers, una simpática canción compuesta a cuatro manos, que podría ser la primera de un disco íntegramente escrito por ambos en colaboración. Habrá que oírlo. Por ahora, ella sola se las arregla de lo más bien.
fuente:clarin.com Por Gaspar Zimerman gzimerman@clarin.com

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