martes, 14 de julio de 2015

"José Cura", el regreso del tenor Entrevista. El músico argentino, que mañana vuelve al Colón como director de escena y cantante, da pistas sobre su puesta y reivindica el arte clásico.

El tenor José Cura ha regresado a Buenos Aires para presentar en el Colón su particular visión de esa dupla imbatible que son Cavalleria Rusticana (Pietro Mascagni) y Pagliacci (Ruggero Leoncavallo), ambas enmarcadas por el pintoresco pasaje Caminito.
La producción había sido encargada por Horacio Sanguinetti, en su fugaz paso por la dirección del Colón, en 2008. “Apenas escuché la propuesta, me apareció el barrio de La Boca”, cuenta Cura, con su voz clara y potente. “El entusiasmo fue enorme y me dio pie para muchas reflexiones, al punto que escribí una novela corta, Mamma Nunzia, en 2010”.
Como en 2013, cuando hizo la producción de Otello, Cura se hará cargo no sólo de la puesta sino también de llevar adelante uno de los roles principales. Ha elegido representar al payaso Canio. Y como en aquella oportunidad, también ha escrito las exhaustivas notas de programa.
¿Al poner tantos rubros bajo tu control, no temés perder perspectiva crítica? ¿No te parece, también, un gesto de desconfianza hacia el público tu prisa por aclarar en el papel todos los conceptos de tu puesta?
No. Si fuera así, no existirían los manuales de nada, ni sería necesaria tu entrevista. Yo creo en explicarle al público las motivaciones, para que luego las discuta o no, sobre todo en óperas tan complejas. Fijate que pocos saben que Turiddu y Santuzza son diminutivos de Salvatore y Santa. El nombre original de la madre de Turiddu no es Mamma Lucia, sino Nunzia, que es, a su vez, diminutivo de Annunziata, o sea que es Anunciación. Lola es diminutivo de Addolorata, Dolores en español. Y por si fuera poco, la historia de Cavalleria transcurre en Pascua: un tal Salvador, hijo de una tal Anunciación, que muere en Pascua traicionado por una Dolorosa y vendido por una Santa. Y más todavía: la ceremonia en la cual Salvador se entrega, es un brindis con vino tinto: un rito de sangre. 
Nunca había leído de ese modo “Cavalleria”. Más allá de las notas de programa, ¿habrá pistas en la puesta que permitan reconocerlo?
Hay pistas, pero la música condiciona. Eso es una gran fortuna porque transmite estados de ánimo y prepara al público; pero también es tirana, porque no para nunca. Un actor puede hacer las pausas necesarias para transmitir el mensaje, pero en la música ese mensaje a veces pasa demasiado rápido. Hay pequeños detalles que yo espero que la gente vea, pero también puede suceder lo que ocurrió en Lieja.
¿Qué pasó allí?
Pasó que la gente vino a varias funciones porque sentía que les quedaban cosas por descubrir. Por ejemplo, el detalle del brindis, donde Alfio no es como que aparece de la nada y dice: “Ay, están todos tomando vino”. En mi puesta, Alfio, cuando siente que hay alboroto en la plaza se asoma a su balcón y Turiddu lo invita a bajar, lo invita a brindar; por eso es que ese brindis es un rito de sangre. Le está diciendo muy rápidamente, con el gesto, “vos y yo sabemos que tenemos un problema y que debemos solucionarlo”. La tradición del pueblo, que la marca el título de la obra, es que estos problemas se resuelvan con un duelo. Y para que el duelo no signifique que el que mata al otro vaya a la cárcel, tiene que ser público, y que se entienda como un duelo de honor. Esas pequeñas pistas están, si uno las lee antes. Por eso me encanta esta nota, porque es una manera de adelantarle al público lo que verá. Siempre digo que así como los artistas somos profesionales, el público de arte clásico en general, debe ser también más “profesional”.
¿Por qué?
Porque en el arte clásico hay una gran fachada, pero también existe esa grandeza que es todo lo que se puede encontrar en él después de varias lecturas, por eso perdura. Hay que leer, informarse. Siempre recuerdo la primera vez que estuve enfrente de La Gioconda y pensé que sí, que estaba bien, pero que no era para tanto, hasta que un amigo me explicó la perspectiva, el trazo; en fin, todas las cosas que aparecen en esa obra. Y claro, me quedé helado. Ya la miré con otros ojos. Se disfruta más cuando uno investiga, cuando se estudia un poco. Esa diferencia es lo que hace al arte clásico lo que es.
¿Qué pasa con Pagliacci? ¿Le encontrás también muchas vueltas a esa obra en apariencia tan simple?
Pagliacci es, efectivamente, mucho más simple. Cavalleria necesita más explicación. Si no, la gente se queda con una telenovela mexicana de la tarde: él llegó, ella le metió los cuernos al marido, éste se enojó y mató al amante. Pagliacci es más directa:al pan, pan, y al vino, vino. 
¿Podés decribirla un poco mejor?
Es el drama de un comediante fracasado que bebe, y por eso es un poco violento, y esta violencia repercute en toda su compañía, que también es violenta. Su mujer, que no deja de ser una chiquilla, sufre. No por falta de amor -porque por algo fue acogida y cuidada-, sino, en todo caso, por falta de ternura. Pero lo que sucede allí es bastante normal, no necesita un análisis muy profundo para entenderlo, aunque sí para desarrollarlas. Y las ventanas de Caminito me permitirán explicar mejor algunas cosas. Aunque aquí no haga falta remontarse a la tragedia griega. Por Sandra De La Fuente. fuente: clarin.com

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