martes, 29 de abril de 2014

"Fito Páez", entre lo nuevo y lo clásico El rosarino dio un show dividido en dos partes. En la primera tocó los temas de “ Yo te amo”; después, sus éxitos inoxidables.

Treinta y dos años atrás, Fito Páez se estrenaba solista en la voz de otro. Era el alma de la composición La vida es una moneda (1982), que interpretada por Juan Carlos Baglietto devino en clásico de la música popular argentina. Fue el despegue del rosarino, al que todos le auguraban una proyección acorde a esta carrera que ya va cumpliendo tres décadas, si tomamos en cuenta que su debut solista (Del 63) ocurrió en 1984.
A juzgar por su show en el Luna Park de la noche del sábado, la moneda sigue siendo análoga: a la vida y a las dos caras presentadas. Así fue como el show en el que presentaba oficialmente Yo te amo, su último disco, fue dividido en dos secciones. Una primera parte donde se dedicó a tocar íntegro el álbum y otra donde se abalanzó sobre los clásicos de su carrera. ¿Dos Fito Páez? No, el mismo siempre. Pero los resultados (y las reacciones) pueden variar.
“Yo no tengo una doble vida: tengo una sola y dentro de eso hago canciones, películas, escribo, crío a mis hijos, me enamoro”, dirá antes del cuarto tema, Ojalá que sea, que blanquea estar dedicado a la musa del disco, la periodista Julia Mengolini. Cuatro canciones más tarde, siguiendo el orden cronológico de la obra, seguirá exponiendo su vida amorosa al exclamar “ Ay, Ricci ”, antes de encarar Tu Everest, un antídoto contra el despecho, con un clip donde la propia Romina Ricci, madre de su hija Margarita (homenajeada en el tema homónimo), termina lanzando los intestinos por la boca. Como en buena parte de la obra de Páez, el espectador-oyente tiene un palco vip en la intimidad del artista. A “la Ricci” también la señala como autora del clip de La canción del soldado y Rosita Pazos, que llega en la pantalla con Fito interpretando a un combatiente de Malvinas (con cita a Los Pichiciegos, de Enrique Fogwill).
Para esta primera parte, Fito va desgranando las canciones envuelto en un traje rosado. Dirige una banda joven y sólida, donde destacan el bajista Mariano Otero y el guitarrista Diego Olivero. No sólo le ponen carrocería a las canciones: aportan coros exactos a un jefe que está muy preciso con la voz.
Pero lo que es la platea…. no engrana. Aplauden con respeto, pero la conexión con el último material es diplomática. Tampoco es que sacar la cara por su flamante repertorio, un método que compartió y comparte con Spinetta, Cerati y Calamaro, lo desaliente. Pero para cuando regresa para la segunda parte, la selección de clásicos muere enNaturaleza sangre (2003). Se podría bromear con que el cancionero de Páez tiene una “década perdida”, pero el artista tiene suficiente humor como para ponerse del lado de los que prefieren ser felices a tener razón.
Arranca con Al lado del camino y las butacas se desatornillan. Las performances, consecutivas, de Polaroid de locura ordinaria y Ciudad de pobres corazones dan una idea acabada de la versatilidad y potencia de la banda y los bises, con El diablo de tu corazónDar es dar y Mariposa Tecknicolor, una celebración de variedad y recursos para un show de dos caras, sí, pero de un misma moneda. fuente:clarin.com 

Por José Bellas

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