jueves, 28 de marzo de 2013

Cafrune & Ramírez: con ADN de folclore argentino Yamila y Facundo, hijos de Jorge Cafrune y Ariel Ramírez respectivamente, se presentan como dúo de voz y piano en abril en Buenos Aires y graban un álbum. Hablan de su amistad, de sus padres y de Cosquín.


“A ud. le veo cara conocida, ¿cómo se llama?”, le sonríe y se presenta César, de Simoca, Tucumán, al ver a Yamila Cafrune en la plaza porteña de Callao y Paraguay, paseando junto a un tipo alto y calvo, y cuyo rostro, aún joven, también ha visto en algún lado. “Ella es la hija de Lolita Torres y yo el hijo de Juan Carlos Saravia”, bromea Facundo Ramírez, hijo de Ariel, el pianista y creador santafesino de la proyección y el clasicismo folclóricos. Al segundo, revelan sus identidades, Cafrune y Ramírez, le dan la mano al tucumano y cruzan la plaza con rejas y gente durmiendo rumbo a la librería bar Clásica y Moderna (Callao 892).
Allí, a partir del martes que viene, y todos los de abril, a las 21 horas, presentarán de nuevo su espectáculo Folklore, sólo de piano y voz (más la guitarra de Fabián Leandro) para grabarlo y editarlo en forma independiente. “Este es un concierto de cámara súper relajado. Nos gusta la naturalidad”, dice Facundo Ramírez y se pide un té, justo frente al piano con el que, durante dos meses, la acompañará en clásicos de sus respectivas memorias, y otros de sutileza criolla afín, como Zamba de ustedAshpa Sumaj oAzul provinciano, del riojano Pancho Cabral. “Buscamos canciones de los ‘60 y ‘70 que marcaron nuestras infancias, y otras que no tienen que ver sólo con nuestros viejos sino con lo que nos llegaba de ellos”.
Yamila Cafrune pide agua mineral y revela: “Nosotros empezamos el espectáculo apenas nos reencontramos, luego de veinte años”. Él sigue: “Yo la descubrí en Facebook el año pasado. Nos reímos antes de hacer música. Nos damos máquina”. Y ella retruca: “Pero a la gente le gusta. Por ahí, Facu está tocando sus solos y yo sonrío. Me digo: ‘No puede ser que toque así’. También contamos cosas nuestras y eso desestructura”.
Ramírez lo ve así: “Yamila tiene una naturalidad en el escenario que yo no tengo. Ella pasa de hablar con la gente a cantar, a contar una anécdota. Y hay algo que salió en las funciones: la familiaridad. Una familiaridad anterior a nosotros, que es la de nuestros viejos, la historia de la música popular, etc. Y al mismo tiempo empezamos a tenerla con el público. Eso es genial”.
Yamila Cafrune conecta con otro piano, otra voz: “Yo vi a Lolita Torres y a Ariel Ramírez y pensaba: ‘Ese dúo es maravilloso’. Salvando las distancias, quería un espectáculo así, no una cosa masificada”. Ramírez lo sabe: “El cruce con Yamila era inevitable. Por suerte pasó recién ahora. Si lo hubiéramos hecho cuando empezó la movida del folclore de los ‘90 lo habrían explotado comercialmente otros: habríamos sido más carne de cañón. No sé si hubiéramos tenido la conciencia de hoy con relación a la música popular argentina que transmitimos y divulgamos”.
Y apura el té: “Yamila me está devolviendo al mundo del folclore más tradicional, los festivales. Yo a eso lo conocí cuando empecé con mi viejo a tocar a dos pianos, pero por hacer teatro y otras cosas me abrí. Y ella me hizo reencontrarme con las rutas, los olores, los viajes de madrugada. Y me digo: ‘Este también soy yo’”.
Cafrune lo toma de la mano. “La gente lo estaba esperando. Cuando fuimos este año a Cosquín nos tocó la última noche: allá ponen un número fuerte, literalmente. Mientras suene fuerte está bien. Bueno, entramos con una zamba casi a capella y la gente se aplacó. Y cuando lo escucharon a Facu hubo una reminiscencia inmediata”. El cuenta: “No sabían que yo iba a estar porque Cosquín no me invitó: me invitó Yamila. Cosquín no me invita; ésa es la verdad. Hace un par de años, por TV, yo los vi a Juan Quintero y Luna Monti en Cosquín y les pasaron sólo dos temas: habría que darles mucho más espacio”. Ella lo mira: “Facu, el folclore no es el género al que se le dé espacio en televisión”.
Folklore se llama este espacio: para los dos, volver a recorrer obras con el vigor atemporal de Los inundadosEl 180Cuando llegue el albaLa tristecitaKi chororoSantafesino de verasEsto es la pampa, tantas, es “un modo de plantarse hoy. Si hay gente dispuesta a escuchar determinado repertorio quiere decir que hay avidez: lo que no hay son más circuitos para que otras músicas se difundan”. Dice Cafrune: “La gente consume lo que le dan. Si le das porquerías, termina consumiéndolas, que es lo que quisieron hacer en la época de los militares, cuando en el momento de Yupanqui y Ariel Ramírez se creó el Club del Clan”.
“Pero en lo artístico fue menos confuso, y la resistencia era clara: uno sabía dónde estaba el enemigo. En los ‘90 fue muy diferente”, dice Ramírez. “Cuando yo empecé a cantar, me dijeron: ‘Vas a grabar canciones folclóricas para jóvenes’. ¿Y cuáles son?”, pregunta ella. “Ja, ja. A mí, por suerte, como toco el piano, eso no me pasó. Sí, que un productor de una discográfica me dijera: ‘Vos serías producible: usas colita larga, tenés barba, buen look’. Y yo pensé: ‘¿Y de la música cuándo hablamos?’”, dice y ahí Facundo se pide un lemon pie y un coñac: ese aroma, como si se abriera un piano nuevo, flotará en la mesa cuando evoquen a sus padres. “A mí el padre de Yamila me conmueve. Cada palabra que El Turco cantó, la vivenció. Le puso su corazón. Era capaz de transmitir dulzura y a la vez, era tan imponente”. Aunque las vivencias con él no son nítidas: “Es curioso, no tengo imágenes de él en mi casa”. “Es que yo no creo que haya ido a tu casa, el papi”, dice la Cafrune. “¿Por qué no, si se empezó a juntar con papá en la década del 50? Mamá te contó a vos que él te regaló uno de esos andadores, cuando vos naciste”. Lo recuerda bien la cantante: “De hecho, tu mamá le recomendó a la mía, que era santafesina y no conocía a nadie, el doctor que la había atendido cuando naciste”.
Pero Yamila tampoco tuvo imágenes de niña con Ariel Ramírez. “Cuando tenía 11, ya me aparté del mundo artístico. Al compartir con su papá, Facu pudo seguir en contacto con los artistas. Para mí es todo nuevo: desde los 28, 29 años. Por eso yo digo que la vida me dio la posibilidad de ser amiga de Facu con el tiempo. No por ser hijos de Ariel Ramírez y de Jorge Cafrune teníamos que necesariamente ser amigos. Nos elegimos nosotros”.
fuente:clarin.com  Por Patricio Féminis especial para clarín

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