viernes, 14 de octubre de 2016

CINE Llega la segunda parte del documental "Víctimas de Tangalanga" Con la primera parte, el cineasta y comediante Diego Recalde sorprendió en las trasnoches sabatinas del Hoyts Abasto, donde estuvo en cartel dos meses, y desde este sábado piensa sorprender con el segundo segmento de la producción fílmica. Por Claudio D. Minghetti.

Como se recordará, el Dr. Tangalanga (al principio Tarufeti) era el pseudónimo de Julio Victorio de Rissio, quien hacía bromas telefónicas bastante pesadas, que grababa y luego comercializaba en casettes que, poco a poco, se fueron convirtiendo en éxitos humorísticos que se popularizaban en el mercado discográfico marginal, y luego en el oficial.

Los personajes a los que "cargó" fueron tanto seres anónimos como públicos, y Recalde pensó que sería bueno rescatar a muchos de ellos, buscándolos y poniéndolos esta vez frente a cámara para que recuerden aquellas anécdotas y entre ellos llegó a figurar el ex presidente Fernando de la Rúa, en el espacio que llegó a tener por Canal 7.

Aquella primera parte se estrena mañana en Montevideo, para volver dentro de poco a Buenos Aires y en el verano -enero y febrero- llegar a Córdoba y Mar del Plata, mientras estudia llevarla a través de la misma cadena Hoyts a Chile y México dentro de poco, en tanto termina la tercera entrega, que se conocerá aquí en marzo de 2017.

Télam: ¿Por qué "Víctimas de Tangalanga" es en dos partes?
Diego Recalde: Básicamente porque en estos cinco años de investigación, fueron muchísimas las víctimas que encontré. De las treinta víctimas emblemáticas, encontré a veintinueve. Y las veintinueve no me entraban en una sola película. Es más, tampoco me entraron en dos partes. Tuve que armar una película con tres partes.

T.: ¿Cómo viene funcionando la primera?
DR: La primera funcionó muy bien, todas las funciones a sala llena, la segunda, esperemos que también y se estrena con la misma modalidad que la primera y no sólo acá, también en Uruguay y más adelante en Chile y México, porque Tangalanga, créase o no, tiene muchísimos fanáticos en todo el mundo.

T: Contanos cómo llegaste a esos casetes clandestinos de los 80.
DR: Corrían los insólitamente idealizados años ochenta y un amigo me pasó uno de los esos casetes y quedé loco: me parecía y me sigue pareciendo increíble que alguien hubiese sido capaz de generar una charla completamente disparatada, grabarla y hacerla circular de manera clandestina. Me volví un adicto a sus charlas telefónicas hasta sabérmelas de memoria…

T: Casi como una canción de rock…
DR: Teniendo en cuenta la duración de algunos llamados yo diría que más que una canción, en algunos casos son sinfonías. A veces pienso que así como Alemania tuvo su himno a la alegría compuesto por Beethoven, nosotros tuvimos el nuestro compuesto por Tangalanga.

 T: ¿Lo que decís no te parece exagerado?
DR: Igual, es curioso lo que decís, porque al compararlo con una canción de rock, me vino a la mente algo que del punto de vista sociológico es muy interesante: Tangalanga y el rock crecieron juntos. Por eso al final se dio una hermosa casualidad. Al mismo tiempo que el rock emergió de los sótanos, Tangalanga emergía de la clandestinidad. Es más, ¿sabés quién fue el gran RRPP de Tangalanga? Spinetta. Fue Spinetta quien les pasó los casetes a los músicos y al público. Otro punto de encuentro entre Tangalanga y el rock.

T: ¿Te acordás en qué momento lo escuchabas?
DR: Todo el tiempo, aunque había un momento único, cuando con mis amigos organizábamos reuniones para escuchar esos casetes, donde nos reíamos hasta que nos dolía la panza, reuniones que eran secretas porque no te olvides que nuestros padres no nos iban a dejar que escucháramos un tipo que decía malas palabras, aunque Tangalanga es mucho más que una puteada.

T: ¿Se juntaban como si fueran una secta?
DR: ¡Exacto! Éramos una suerte de secta, un grupo terrorista que se juntaba no para hacer la revolución sino para burlarse de todos y todas, y lo curioso era que nuestro líder era un tipo que no conocíamos. Obviamente, al mismo tiempo tratábamos de contactarnos con otros grupos que estaban en la misma situación que nosotros, para intercambiar casetes y que alguien de paso nos informara quién era: nadie lo sabía…

T: ¿Era para tanto?
DR: Recuerdo cada vez que conseguíamos un casete como una poderosa bocanada de adrenalina, y sospecho que esta excitación que sentíamos al juntarnos estaba relacionada con la característica que tuvo el fenómeno: cien por cien clandestino. A veces, cuando se me da por hacer comparaciones odiosas, creo que esas cintas que escuchábamos una y otra vez tenían cierta similitud con las clandestinas de Perón que circularon una década antes.

T: Pero aquello era política...
DR: Por eso, y por otros motivos que me exceden, las dos generaciones somos tan diferentes, porque la juventud del setenta, creció escuchando los casetes de Perón, en cambio los del ochenta, crecimos escuchando los clandestinos de Tangalanga. Una generación se tomó en serio el llamado de la historia, nosotros nos reímos del llamado y de la historia.

T: ¿Qué van a encontrar los espectadores que no vieron en la primera parte?
DR: Víctimas, más víctimas.

T: ¿Qué sabés de los rumores de que algunas llamadas estaban "arregladas"?
DR: De ese tema me ocupo justamente en esta segunda parte, pero no te quiero contar para que se sorprendan cuando la vean. fuente: telam.com.ar

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