viernes, 11 de diciembre de 2015

Murió "Alberto Podestá". Adiós a una voz histórica del tango Murió Alberto Podestá.Murió ayer a los 91 años. Referente del género desde la década del 40, cantó con las grandes orquestas.

Quizá lo hizo sin darse cuenta, pero su destino quedó marcado a fuego en su alma aquel día en que, en la cocina de su modesta casa en San Juan, usaba como micrófono el palo de una escoba para cantarle a su mamá. Ahí, ese chico llamado Alejandro Washington Alé empezó a modelar esa figura que lo iba a convertir en un referente del tango para varias generaciones. 

Ese chico, que llegó a Buenos Aires con apenas 16 y triunfó, murió ayer a los 91 años. Quedará para siempre en la historia de la música popular argentina como Alberto Podestá, de profesión cantor.

La biografía de Podestá, seudónimo con el que lo bautizó el gran Carlos Di Sarli, dice que nació el 22 de septiembre de 1924. Y que su voz y su calidad para la afinación ya se destacaban cuando estaba en la escuela primaria. Eran tiempos duros porque su papá murió cuando era un chico, y su mamá y sus cinco hermanos tenían una vida cuesta arriba. La ayuda de su abuela también era clave. Pero Alejandro vendía chocolates en un cine y arrimaba unas monedas. Su maestra lo alentaba a cantar y como le gustaba el repertorio de Carlos Gardel, lo conocían como “Gardelito”.

Un día, mientras actuaba en LV5 Radio Los Andes, lo escucharon los integrantes del dúo Buono-Striano, de gira en San Juan, y lo invitaron para que viajara a Buenos Aires. Llegó en 1939, acompañado por uno de sus hermanos, y la ayuda de Hugo del Carril, entonces un consagrado, fue fundamental. A los 16 años, ya cantaba en la orquesta de Miguel Caló, tiempo en que las presentaciones en el cabaret Singapur (Corrientes y Montevideo) las hacía con el nombre Juan Carlos Morel. Hasta que un día, un tal Vázquez, representante de Carlos Di Sarli, le dejó su tarjeta para que viera al maestro de Bahía Blanca.

Aquello fue mágico. Con sólo 18 años, Morel se convirtió en Alberto Podestá (el apellido de su mamá) y junto con la fama llegaron los billetes grandes. Por cada actuación en el cabaret Marabú, el cantante cobraba 350 pesos; por las actuaciones en la radio, 250; y 35 pesos por cada presentación en los bailes. Allí también conoció a muchos de los ídolos de su querido River Plate, entre los que estaban Adolfo Pedernera, Angel Labruna, Alfredo Di Stéfano y Pipo Rossi. Su fama de cantor de orquesta hizo que actuara con los mejores y produjera éxitos que, en algunos casos, como se usaba decir de las mejores interpretaciones: los clausuró.

En esa lista de éxitos se pueden nombrar Percal y Bajo un cielo de estrellas (con Miguel Caló); Al compás del corazón (Late un corazón), Nada y La capilla blanca (con Di Sarli); Margo, Qué me van a hablar de amor y El milagro (con Francini-Pontier, sus “hermanos”, como los llamaba Podestá); Bailemos y Fueron tres años (con Enrique Mario Francini) y Qué falta que me hacés (con Armando Pontier). Pero “sus” temas fueron dos: Alma de bohemio y El bazar de los juguetes. El primero empezó a cantarlo cuando estaba con Di Sarli pero recién lo grabó en 1943, con la orquesta de Pedro Laurenz. También hizo otras versiones con Francini-Pontier y algunas como solista. De El bazar…, se destaca la grabación que hizo en 1954 con la orquesta de Miguel Caló.

En su etapa como solista, Alberto Podestá estuvo con figuras como Leopoldo Federico, Luis Stazo, Juan José Paz, Jorge Dragone, Alberto Di Paulo, Tití Rossi y Roberto Grela y sus guitarras. En 2012, después de una década y media sin hacerlo, grabó un álbum titulado Alta gama, junto al grupo Las Bordonas. Hasta su internación en marzo último, se lo podía ver en un bar de Lavalle, frente a Sadaic, el lugar en el que tenía a su cargo el museo de la institución. Siempre sonriente y elogiando a su maestro, Carlos Gardel, “el que te enseña a cantar”. 

En septiembre del año pasado, en la sala principal de la Usina del Arte y con la gente que lo ovacionaba de pie, Podestá celebró sus 90 años como siempre: cantando. Los que lo admiraron y lo aplaudieron lo recordarán asi. Por Eduardo Parise. fuente: clarin.com

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