jueves, 26 de marzo de 2015

Susana en "Piel de Judas": un personaje a su medida Crítica En un esperado regreso al teatro, Susana Giménez no defrauda y muestra sus aptitudes para la comedia.

Susana Giménez es de esas personas a las que las supera su propio personaje. Susana fue alguna vez La Mary y mucho después, Molly Brown, entre algunas otras criaturas de ficción. Pero su gran creación es ella misma, Susana Giménez. En el Lola Membrives suceden dos cosas paralelas: una, es la obra Piel de Judas, con una producción impresionante y un elenco a la altura de una comedia de este estilo. Y por otro lado está Susana que es la actriz principal pero también la diva que todos conocen. A ella, a Su, la de la tele, la de las revistas, es a la que van a ver.
En este caso el personaje, Marion, se parece a ella (feliz y eficaz idea de su productor, Gustavo Yankelevich, en la elección de la obra). Qué mejor entonces: la actriz con un papel a su medida tiene al público a sus pies. Y ella está en su salsa, como pez en el agua. Sabe que al primer mohín, le sigue el aplauso. Es lo que sucede con el carisma de algunos personajes (lo mismo que le pasa a Guillermo Francella cuando está en un escenario). El personaje de Marion es ideal para mostrar, desde esa máscara, algunas características suyas: locuaz, divertida, espontánea. Cuando quiere, ácida, y, cuando es necesario, ingenua pero no tanto. Susana se permite putear (algo que en la televisión no hace jamás) porque el teatro tiene la complicidad del rito entre cuatro paredes, aún cuando haya mil personas del otro lado.
Y aprovecha todos los guiños que le da el texto para jugar con el imaginario que hay sobre ella. "Yo no soy nadie, no existo. Estoy a la sombra de mi marido", dice Marion en las antípodas de Susana. Y más tarde, el personaje confiesa: "Tengo miedo de no ser querida", algo que tal vez, hasta en las divas, sea un temor compartido con el público que la (ad)mira.
Después de 24 años sin subirse a un escenario, Susana se planta como si hubieran pasado un par de semanas. Juega el juego que mejor sabe y disfruta, cómoda, en una escenografía espectacular, creada por Alberto Negrín, y un vestuario muy acorde a su estilo.
La obra de los franceses Pierre Barillet y Jean Pierre Grédy le calza perfecto. Susana brilla pero no encandila ni opaca a sus compañeros de elenco, Antonio Grimau, Mónica Antonópulos, Alberto Fernández de Rosa, David Masajnik, Goly Turilli y Marcelo Serre. Y ellos tampoco se achican por compartir escenario con "la" diva: mérito del director Arturo Puig que supo hacerlos desplegar su gracia y oficio en favor de la historia.
Atrás quedaron los nervios del debut y la presión por el regreso. Susana volvió con lo que el público esperaba. ¿Acaso alguien imagina a Susana en la piel de una Antígona o de una Blanche Dubois? Ojalá lo hiciera alguna vez aunque no es su registro (como no lo es el de muchas otras actrices) y probablemente sus fans estarían esperando que aparezca ella. Para tenerla ahí, cerca, y retribuirle el "los amo" del saludo final con una ovación, como sucede en esta obra. por 

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